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Foto del escritorFiorella Levin

Valioso



Hace unos días vi un documental llamado Fake Famous que fue un experimento del productor para ver si era posible "construir" un influencer desde cero, o sea, que alguien completamente desconocido se transforme en un influencer famoso de la noche a la mañana (o bueno, en este caso en algunos meses). Más allá del resultado del experimento -con resultados favorables- y de mi sorpresa al saberme tan ingenua respecto a cómo opera el mundo de las redes sociales, me hizo pensar en la parte que sí puedo controlar: a quién sigo en las redes y el tiempo que paso mirando el contenido que suben.


Diría que el 99% del tiempo que estoy en redes sociales es básicamente Instagram porque también, seamos honestos, descubro muy buenas cosas al igual que personas interesantes. Y en línea con el documental, es un hecho que muchos de estos influencers lo son por el simple hecho de vender cosas. En seguida me puse a revisar las cuentas que sigo y pude dividirlas en dos categorías, una para las personas que conozco - amigos, familia, conocidos- y otra para cuentas de emprendimientos que quiero apoyar, influencers y gente que en algún momento y por algún motivo conecté pero no conozco y hablé poco. La pregunta que siguió a continuación fue obvia: ¿para qué sigo a esta persona? ¿qué me aporta? Sigo cuentas de influencers que tal vez no tienen un talento o actividad por la que destacan -como sí ocurre con actores, músicos, chefs, activistas de diversas causas, humoristas, etc- pero me suman porque me llevan a reflexionar. Y tal vez estas mismas cuentas no le interesan en absoluto a otras personas. Desde mi óptica, ahí radica la belleza: somos todos distintos.


El fin de semana terminé de leer Ejemplares únicos, de Patricio Rago, escritor y librero que se dedica a vender libros usados en un local del barrio de Villa Crespo. El libro es un conjunto de relatos sobre algunas personas un tanto peculiares que pasaron por su librería, también gente que conoció visitando casas y oficinas cuyas bibliotecas estaban a la venta. Una de las historias incluye una conversación entre Rago y un tal Merini, un personaje (en sentido literal y figurado) bastante amargado, poeta frustrado, que frecuenta su librería. En esa conversación, el personaje se entera que el próximo libro de Rago es un compilado de historias, entonces Merini le pregunta ¿Y qué valor le ves a eso?


El punto de partida es, al menos para mí, siempre el mismo: todos tenemos gustos y preferencias diferentes - desde la comida, la forma de vestir, las películas que miramos, la música que escuchamos, entre tantos otros ejemplos. El valor es el que le asigna cada uno, me resulta soberbio decretar que algo es bueno o malo. Y en relación a un libro (solo para tomarlo como ejemplo porque es aplicable a cada cosa que nos gusta o disgusta) surgen las preguntas ¿qué determina que un libro sea malo o bueno? ¿quién tiene la capacidad para estipular cuándo un libro es bueno o malo? ¿cuáles son los criterios? Buscando encontré una posible respuesta en esta nota -que no es en absoluto excluyente de otras:


Durante siglos, quien decidía cuál era la buena literatura y cuál la mala era Dios a través de los doctores de la Iglesia (...) Durante los últimos tiempos, la crítica ha venido a ocupar el lugar de la Santa Inquisición. Con igual arbitrariedad, son los críticos quienes deciden cuáles son los buenos y los malos libros (...) La crítica y también la Universidad, establecen no tanto lo que es bueno como lo que es valioso. A veces, para un determinado campo de estudio o para una época (...) Pienso que el elemento más fiable para valorar la importancia de un libro es el paso del tiempo. Algo hay en ciertos títulos que cien o doscientos años después de publicados siguen hablando a los lectores. Una cosa es quién la determina en la realidad del aquí y ahora; otra, quién la determina finalmente.


Pero no estoy tan segura de que el tiempo tenga el veredicto final acerca de si una cosa es buena o mala. Sí se, tal como creyó Rago, que encontré valor en sus relatos, en sus historias, me gustó descubrir el mundo que se esconde detrás de los libros, ese universo que me resulta tan fascinante. Pero no me atrevería a calificarlo como bueno o malo.



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