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Foto del escritorFiorella Levin

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Nunca fui muy devota de las historietas aunque recuerdo de mi infancia que a veces mamá nos compraba a mi hermana y a mí la revista Condorito para alternar con la Billiken que le pedíamos ocasionalmente. En casa había varios libros de Mafalda y también recuerdo las historietas de Clemente, obra del humorista Caloi, que venían con el diario que leían mis padres. La pintura y arte en todas sus variantes, no fue un tema muy presente en mi familia; fui a un taller de cerámica, luego tuve artes plásticas en el colegio y visité muchos museos en cada oportunidad que salíamos de viaje. El dibujo y la pintura, para mí eran talentos de ciertas personas que contaban con esa habilidad y aunque siempre me gustó, no me llamaba la atención de forma particular.


Creo que fue la lectura, por casualidad, la que me acercó de adulta a este tipo de arte y se dio de modo progresivo. Primero descubrí un gran mundo de autores en el libro Titanes, de Tim Ferris, el cual compila tácticas, rutinas y hábitos de un gran número de artistas, estrellas, empresarios conocidos y además de ser un libro muy interesante por su contenido, resultó ser un manual de referencia para indagar en nuevas personalidades. Así llegué a Austin Kleon, un "escritor que dibuja", y esa sola denominación alcanzó para abrir mi cabeza a una nueva dimensión. Porque tal como se denomina el autor a sí mismo, Kleon está en esa intersección de personas que descubren y desarrollan más de una habilidad - escribir y dibujar- y si bien no destaca como escritor ni como dibujante por separado, es justamente en la unión de ambas cosas donde deslumbra. Y en lo personal, lo que cambió radicalmente mi modo de ver estas habilidades, gracias a él, es que todo lo que hace parece alcanzable por cualquiera, como si fuera un poco más humano que Van Gogh o que Jorge Luis Borges.


Decía que además de casual fue un descubrimiento progresivo porque una vez que di con Kleon, el resto de los artistas vinieron solos, en cadena. Él menciona en los tres libros que escribió y también en su blog muchas de sus fuentes de inspiración, leyendo sobre sus influencias, llegué a otros artistas como por ejemplo Lynda Barry, algo así como Kleon pero a la inversa (¿acaso una dibujante que escribe?) y creo que más importante aún, mi visión sobre la relación entre la escritura y el dibujo siguió mutando y empecé a interesarme más por esta intersección de arte y escritura, y de un modo amplio. Me suscribí a newsletters como Wait but why (cuyo autor escribe extensos y divertidos posteos acompañados de stick figures, esos muñecos hechos de simples palitos), o More to that, the Lawrence Yeo quien dibuja, cuenta historias y escribe, y descubrí que hay mucha, muchísima gente en esa zona gris, donde no se es una cosa o la otra sino una sumatoria de otras que en su conjunto forman algo hermoso.


Me acerqué también a cuentas de Instagram con esta lógica como Liz and Mollie, conocí nuevos historietistas como el chileno Alberto Montt compré libros como el de Raúl Guridi o The back of the napkin (libros que hace algunos años ni se me hubiera cruzado por la cabeza hojear) y los dos más recientes: esta editorial de arte postal que con una suscripción envía hermosos fanzines con poemas o cuentos, y este newsletter de Erik Jones que habla sobre la intersección difusa y sin límites entre palabras e imágenes (porque decir dibujo y escritura ya sería bastante limitado). Estoy segura también que esta visión junto con la cantidad de referentes que fui absorbiendo, influyó en mi deseo por hacer collages con una frecuencia que nunca los había hecho y que a su vez fueron mutando en su estilo y en los elementos que utilicé para crearlos.


Tal como explica Erik Jones en su web, actualmente existe una enorme cantidad de personas ordinarias haciendo podcasts, lanzando libros (hola!), escribiendo en blogs (hola! bis) y exteriorizando su creatividad. Hay, en síntesis, una hermosa necesidad de expresarnos y canalizar aquello a través del medio que nos resulte más amigable a cada cual. Y en definitiva es un modo de exteriorizar las búsquedas que persigue cada uno, ya no puertas adentro sino compartiéndolas con el resto del mundo y así, todos podemos sacar provecho y reforzar el círculo para seguir nutriéndonos del arte de los otros y volver a volcar el propio en una nueva creación.


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