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Foto del escritorFiorella Levin

La carga al opinar

¿Todos podemos opinar sobre cualquier cosa? ¿Quién tiene autoridad para hablar acerca de determinados asuntos? ¿Tenemos que guardarnos nuestras opiniones sobre aquellas cuestiones para las que no tenemos capacitación profesional?


Esta semana una influencer del mundo fitness, periodista de profesión, sugirió en sus historias de Instagram algunos "Tips" para comer de forma saludable cuando lo hace fuera de su casa. Acto seguido compartió algunas respuesta de determinados seguidores que no estaban de acuerdo con que opinara a este respecto: nutricionistas que le señalaban que no debería hablar sobre el tema porque no está formada ni capacitada para hacerlo. El argumento que ella estableció en su defensa lleva, de mínima, a la reflexión "con ese criterio solo el nutricionista puede opinar acerca de nutrición, solo un dermatólogo sobre la piel, solo un politólogo sobre política", dijo y cerró diciendo que su accionar tiene que ver con "compartir su experiencia" y desde ese lugar, nadie puede silenciarla.


Con tanto movimiento, a toda hora y en la vasta proliferación de redes sociales, este debate se presenta a diario. Y hablando acerca de opiniones, voy a dar la mía porque considero que, tomando el caso anterior pero haciéndolo extensivo a este tipo de situaciones, creo que ambas posturas son correctas así como también es que omiten por igual dos inconvenientes implícitos. El primero es que no es lo mismo decir "ofrezco tips" que "esta es mi experiencia", porque el segundo caso es sencillamente incuestionable; lo que a cada uno le pasa, le pertenece y nadie puede objetarlo, mientras que en la primera frase lo que estamos diciendo, con otras palabras, es que lo que tenemos es un consejo o sugerencia y esto sí es cuestionable, porque los consejos no aplican a todo el mundo por igual.


El segundo tiene énfasis en la responsabilidad de quien lee. Hay tips, consejos, sugerencias de todo tipo y color no solo en redes sociales sino mucho antes de que estas existan; el típico ejemplo de la amiga que probó el nuevo aceite de zaraza y le funcionó de mil maravillas e insiste en que lo compremos. Si uno sabe que el aceite de zaraza le cae mal, entonces va a hacer caso omiso a ese consejo, en síntesis, cada uno es responsable de sus decisiones, somos nosotros los que en última instancia evaluamos qué es lo que constituirá un beneficio para nosotros mismos.


Algo importante para leer entre líneas a la hora de escuchar una opinión es que, salvo excepciones, los consejos son siempre bien intenciones; cuando alguien nos da un tip o nos recomienda algo es porque realmente quiere compartir su hallazgo con nosotros porque lo encontró provechoso y cree que nos va a beneficiar. De igual modo, quien llama la atención al respecto- en este caso las nutricionistas- también están intentando proteger a las personas que escuchan el consejo.


Entonces, ¿cómo se resuelve el problema? Pienso que la palabra clave de todo el texto es responsabilidad; solemos hablar en automático, sin detenernos a reflexionar en el significado de las palabras y en el peso que tienen y aunque parezca una sutileza, constituye una gran diferencia. Quiero decir que podemos ser responsables al momento de dar consejos y también en el discernimiento sobre a quién escuchar o dónde podemos buscar más información.


"Me gustan mis errores. No quiero renunciar a la deliciosa libertad de equivocarme"

Groucho Marx



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