El domingo nos sacamos una foto con mi familia. En casa éramos mamá, papá y mi hermana aunque mi padre también tiene un hijo de diferente madre - mi hermanastro, palabras horribles si las hay- al cual conocí en mi adolescencia pero de quien siempre supe acerca de su existencia. Mamá odia que le saquen fotos, es la primera que se aleja de la cámara cada vez que alguien levanta un celular para disparar una y si calcula que no hace a tiempo para correrse, en seguida grita “a mi no me saques”. Aunque le insistan, no hay caso.
Sorprendentemente, fue ella la que ese domingo convocó a la familia para que nos saquemos una foto los cuatro juntos. Sucede que tiene un amigo que vive en Estados Unidos y éste le pidió que le envíe una foto nuestra, así que ahí nos ubicamos los cuatro, como en las viejas épocas, listos para que mi cuñado pida un whisky y nosotros sonriamos. Sacó varias, claro, la ventaja del mundo digital es una bendición para los que conocimos el mundo del revelado de fotos, donde las chances de sacar buenas instantáneas en un rollo de veinticuatro fotogramas no eran muy elevadas. Después de tomarse un tiempo para seleccionar las mejores, según algún criterio personal que desconozco, mandó al grupo familiar de whatsapp las tres fotos que consideró que estaban lindas. Yo elegí una que me gustó mucho y mientras la subía a mis redes sociales, al tiempo que no dejaba de mirarla, me pareció raro vernos los cuatro ahí, en esa imagen tan conocida y nueva a la vez.
Al revés que mamá, a mi me gusta capturar momentos. Estoy convencida de que es algo que tomé prestado de mi tía paterna, documentadora de todo tipo de eventos familiares, viajes, comidas y cualquier situación que involucre gente que aprecia. Fue ella también quien luego de algunas cenas en su casa me mostraba los álbumes que tiene guardados mientras me contaba alguna historia relacionada con las fotos que teníamos delante. El poder de una historia con el agregado de una foto es un combo que encuentro arrasador, especialmente para quienes somos bastante visuales que aunque tengamos imaginación nos gusta ver lo que nos están diciendo.
Un ejemplo rápido es esta foto del libro Me acuerdo de Martín Kohan, el epígrafe explica que se trata de "Vacaciones en La Serranita, Córdoba (febrero de 1977)", donde se puede ver lo que suponemos es una familia delante de una casa, no mucho más.
Pero es increíble cómo cambia saber, tal como detalla la página de al lado de la foto, que el autor viajaba a Córdoba de vacaciones porque allí quedaba la casa de sus abuelos. "Se bajaba por una pendiente lateral. Los escalones de bajada eran largos, había que dar dos pasos en cada uno. A menos que se los bajara corriendo, que era lo que hacía yo al llegar. Entonces se apoyaba un pie en cada uno solamente". También nos cuenta que La Serranita es el nombre del pueblo de Córdoba donde estaba la casa y que "había un borracho crónico que deambulaba por las calles del pueblo. Se llamaba Patiño. A todo el que lo saludaba:"¡Adiós Patiño!", él le respondía: "Patiño se murió". Y un último recuerdo evoca Kohan de esta etapa: "La vendedora de huevos de La Serranita se llamaba Juana. Pasaba por las casas. El perro que la acompañaba se llamaba Fabián". Mirando nuevamente la foto, ahora sabemos un montón.
Hice una búsqueda rápida en mi computadora y en la nube donde están alojadas la mayoría de las fotos que guardo (además de varios pendrives de backup porque no me gustaría perder semejante material valioso) y no encontré ninguna foto reciente donde estemos los cuatro. Hay algunas con mis papás y mi hermana en algún cumpleaños, otras con mi abuela o en reuniones familiares con muchas personas pero para encontrar una foto donde estemos solo los cuatro creo que tengo que remontarme a más de diez o quince años atrás. Guau.
Mi hermana (en la bici) y yo, hace muchos años en Pilar, mismo lugar donde nos sacamos la foto del domingo
Todavía no comprendo del todo la extrañeza de aquella foto del domingo. Me inclino a pensar que tiene relación con tiempo, el tiempo que transcurrió desde la última que nos habremos sacado y el tiempo de vida que vivimos en el medio, mi hermana se casó y tuvo tres hijos, mis padres están más grandes, y yo tampoco soy la misma de ese entonces en que todavía nos sacábamos fotos los cuatro solos. Será que vernos a los cuatro juntos en esa foto me remite a los recuerdos de la infancia, a esa nostalgia de cuando solo éramos nosotros cuatro.
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